DePelchin, Kezia P. (Payne), 1828-1893, Memphis in the Plague, letter to the editor of the Telegram (October 13, 1878)
La siguiente carta de la Sra. De Pelchin, de esta ciudad, fue escrita en Memphis, y sólo recientemente pudo atravesar el bloqueo. Aunque los incidentes descritos son un poco desactualizados, son, sin embargo, interesantes:
Memphis, 13 de octubre 1878.
Editor del Telegrama:[1]
Creo que puedo escribirle ahora sin miedo de ofender a la Comisión de Salud, y creo que estará contento saber algo de los exilios de este lado del río. He estado enferma por unos pocos días, pero los Howards cuidaron muy bien de Texas, y espero reportar para servicio mañana en la mañana. El vómito no está tan grave en la ciudad, se está propagando hacia el campo, y muchas familias felices, quienes creían estar a una distancia segura, han sido toscamente despertadas al conocimiento del vómito negro entre ellos, por la extraña enfermedad y muerte de uno o dos miembros de su familia. El vómito en los suburbios es maligno, el vómito negro, y jamás he visto tantos casos. Por cierto, desde que llegué, he pensado que los antiguos han de haber visto el vómito negro y tomado de éste la idea del Río de la muerte, siendo el río negro del Estigio. Ha habido suficiente en Memphis para flotar el barco de Charon.[2]
Menfis[3] en Egipto, en medio de la arena del desierto, no es más solitaria que esta, su moderna y hermosa tocaya. Los árabes toman el lugar de los negros y la imagen está completa. Caminé a lo largo de la calle Vance, desde la estación Charleston hasta la calle Hernando, una distancia de casi una milla, y me regresé; me tropecé con tres gentes blancas, y más o menos doce negros. Las hermosas casas a lo largo de la calle estaban vacías o fueron dejadas a los negros. Las flores lanzaban su dulzura al aire desértico, los arrendajos gritaban ruidosamente; y después, de regreso, los búhos ululaban en los parques. Me recordó a las profecías de desolación que se encuentran en la Biblia. Todo está solitario. Los carros fúnebres van solos, sin cualquier otro carruaje. Los muertos son llevados silenciosamente afuera y colocados en sus hogares angostos sin una palabra. Nadie ríe y nadie llora. Nadie busca compasión, porque todos saben que cada corazón en Memphis carga más pena de lo que puede soportar. Si esto es azote, es cierto que "la ira de Dios es una cosa terrible."
El horno de la aflicción ya ha refinado a muchos. Las donaciones generosas – los sacrificios de la vida, hechos por los que vinieron, no aclimatados, para ayudar, aunque era muy probable que murieran. Los que se reunieron en la junta de maestros el sábado por la tarde pueden acordarse del Sr. Millar, el astuto matemático y escribano. Lo vi por última vez en la Clínica de la Calle Market. Me saludó muy cordialmente. Después de pocos días, su nombre estaba en la lista de muertos. Esperemos que esté en una lista brillante de vida en otro mundo, porque "El que pierde su vida por causa mía, la hallará". [4]
Los médicos de Texas, Forbes, de Round Rock, y Manning, de Austin, han fallecido. El Dr. Tryon es el único de Houston que he visto, aunque el Dr. L. Bryan me saludó en una carta mandada a su cargo. Yo era paisana. El Dr. S.O. se reportó enfermo. Me fui de inmediato para preguntar por él, para su madre, pero se recuperó luego. Acerca de las enfermeras: la Sra. Heckle estaba conmigo una noche; compartíamos un cuarto, aunque no lo ocupábamos mucho; ella ha ido a Decatur, Alabama; todos piensan bien de ella. La Sra. Bliss y su hija están en Collierville. El Sr. P. Salvi y su esposa estaban aquí. El Sr. S. falleció de una cardiopatía. No sé nada acerca de la Sra. S., pero estaba bien y de servicio la semana pasada. El [...]
Todo se lleva acabo tan bien como posible bajo tales tiempos emocionantes, porque muchos de los Howards han fallecido y enfermado, y hay tantos negros clamoreando para ser escuchados y ayudados. Los gastos de la Asociación son $5,000 por día. Cuando un boticario fallece, los Howards tienen que establecer una farmacia. El superintendente del cementerio falleció o estaba enfermo; los Howards se hicieron cargo. Como dicen, ellos mueven todo en la ciudad. Aunque la angustia es grande ahora, la necesidad este invierno será espantosa. Esta es, verdaderamente una "ciudad afligida". Me enfermé más por compasión que por trabajar en exceso. Trabajé por una semana para una madre e hija, y luego tuve que vestirlas para el sepulcro. Los carros fúnebres llegaron juntos, un yerno de la señora y yo caminamos hacia el cementerio, y enseguida de las nuevas tumbas de la semana, quedaron acostados cuatro de una familia, quedaban dos. En dos días más, fui testigo del funeral de dos jóvenes, la esperanza de sus padres. La pena reprimida del padre viejo me retorció el alma; otros tres de la familia estaban enfermos; no se atrevía a hacer ni un ruido. Tengo que cerrar. Hoy fui a la iglesia por primera vez en Memphis. McDalyell[5] era el ministro. Está aquí de ministro y médico. Yo estaba muy contenta de verlo. Es muy amable con los enfermos y los afligidos. [Note: Sr. Dakiyell]
Acabo de recibir dos Telegramas [6](periódicos) desde Nueva Cork, sólo tienen un mes.